Se estima que en el 2022 el agujero en la Seguridad Social superará los 30.000 millones de Euros.
Hablar de las cuentas públicas en nuestro país es sinónimo de déficit. Nos hemos acostumbrado a esta situación incluso en las épocas en las que España crecía más que la media europea; es un rasgo tradicional de nuestras cuentas públicas.
El Banco de España y el FMI han indicado recientemente que podrían peligrar las pensiones en caso de vincular las mismas al IPC y que las proyecciones del gobierno español presentadas ante la Unión Europea son difíciles de conseguir debido a que, en opinión de estos organismos, va a ser muy difícil que España baje del 10% de la tasa de paro.
Y es que las tasas de paro en España siempre han sido excesivamente altas, por lo que la recaudación de la
seguridad social se resiente.
En estos momentos estamos en una tasa desempleo del 14%, pero hemos tenido en la peor parte de la crisis 22 trimestres con tasas de paro por encima del 20%, lo que supone un verdadero reto para la Seguridad Social.
Justificación de la planificación de la jubilación
El estado de bienestar que conocemos hoy en día en Europa fue un logro cosechado tras la Segunda Guerra Mundial en 1946, momento en el que se puso el acento en que el estado debía asegurar unas mínimas prestaciones sociales en cuanto a jubilación, sanidad, desempleo, educación y otros servicios públicos.
Las teorías económicas del genial economista inglés John M.Keynes, expuestas tras la Gran Depresión del 29, ayudaron a fundamentar teóricamente la intervención del estado en la economía en épocas de recesión o profunda crisis económica. Ello llevó a una época de crecimiento y estabilidad económica en Europa sin precedentes que duró hasta la crisis del petróleo de 1973, tras la que resurgieron nuevos planteamientos que alejaron algo a las medidas keynesianas del protagonismo político.
Pero la más reciente crisis de la liquidez del 2008, (acuérdense de noticias como la quiebra de Lehman Brothers, rescate de AIG en USA, la crisis subprime…) ha llevado a los bancos centrales a dar prioridad al nuevo keynesianismo mediante la inyección de dinero en la economía, y por los resultados obtenidos en EEUU, Japón y posteriormente en la Unión Europea, podemos decir que las medidas han funcionado correctamente.


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